En la primera parte vimos que realmente las nuevas tecnologías de verificación textual pueden resultar muy útiles. Sin embargo, estas herramientas de ayuda a la escritura no deberían sustituir nunca al profesional humano, sobre todo cuando si existe un fin editorial. Aún quedan muchas tareas que la tecnología no es capaz de afrontar en el ámbito de la corrección.
¿A qué cosas deberemos seguir prestando atención?
En general, no podemos delegar en la tecnología aquellas tareas de corrección que tengan que ver con una lectura especialmente meticulosa y comprensiva: detectar oraciones ambiguas, descubrir incongruencias por descuido del autor (ej.: un personaje que tutea a otro y en determinado momento lo llama de usted), decidir si es necesario incluir una nota al pie, etc.
Y tendremos que seguir prestando atención a la llamada corrección técnica o de concepto. Esto es, al examen del texto respecto de su adecuación a las convenciones terminológicas del dominio al que pertenece. De hecho, esta revisión ni siquiera debería encargarse a un especialista en ortotipografía y estilo, sino a un profesional especializado en la materia de que se trate (un médico para revisar un manual de medicina, un informático para verificar un texto sobre tecnología, etc.).
A pesar de todo, actualmente las tecnologías del lenguaje están concentrando esfuerzos en el terreno del tratamiento semántico de la información y el reconocimiento de anáforas y correferencias, por lo que auguramos que en un futuro no muy lejano contaremos con interesantes mejoras para detectar ciertas ambigüedades o inadecuaciones léxicas.
¿Por qué un profesional de la edición también debería utilizar la corrección automática?
Asumiendo la ingente tarea que supone «corregir un texto», parece interesante que los profesionales del sector no se limiten al manejo de diccionarios, gramáticas y otros textos de referencia para realizar su labor; las nuevas tecnologías de corrección automática también les serán de gran ayuda:
- para ahorrarse algunas tareas tediosas asequibles por el corrector
- para centrar su dedicación en lo que requiera reflexión humana
- para aumentar la calidad de la corrección final
- para reaccionar más cómodamente ante los plazos impuestos por la editorial
En definitiva, para aumentar su productividad y sus ingresos, preservando la calidad de su trabajo.